miércoles, 6 de junio de 2012

Tengo que estudiar

Tres palabras que, si nos pagaran un euro cada vez que la decimos, podríamos tranquilamente tumbarnos a la bartola el resto de nuestra vida. Y no está mal usarla si es verdad, es decir, que vamos a estudiar. Pero, cuando es una excusa...
Me voy a referir a una situación concreta, un terreno común, a ver si podemos sacar alguna conclusión positiva. Audiciones, exámenes, conciertos y similares de otros instrumentistas. De eso se ocupan los profesores de acompañamiento, ¿no es cierto?, que, en la mayoría de los casos, están desbordados, o acaban de incorporarse, o vienen de otra especialidad y aún no dominan las obras. Y ahí estamos nosotros, pianistas de pro, en nuestros últimos cursos de carrera, tocando obras más que difíciles, machacando sin cesar los pasajes imposibles, con la vista arriba y abajo, de la partitura al teclado, sin tiempo ni para beber agua. Y, claro, cuando un compañero (sí, aunque no toquen el piano son compañeros) se nos planta delante en medio de un pasillo al salir de clase y con la cara del gato de Shrek nos implora que le acompañemos una o dos obras, pues se ha quedado sin pianista a última hora, nuestro primer impulso nunca es preguntarle qué obras, o dónde podríamos ensayar, o de cuánto tiempo disponemos, sino que, dando un paso atrás (reculando que se llama) y aún sin reponernos del escalofrío que nos ha recorrido la médula, esgrimimos esa pequeña frasecilla tan demoledora para nuestro interlocutor: no puedo, lo siento, tengo que estudiar.
¿No hemos quedado en que estamos tocando obras de alto nivel? ¿Qué pueden suponernos unas Sonatas clásicas o románticas, o incluso contemporáneas? Que hay que intercalarlas con el resto, obvio, pero podemos. De verdad, tenemos mucho más potencial del que pensamos. En la mayoría de los casos podríamos tocar a primera vista porque ninguna pieza va a ser más complicada que las que ya hemos hecho. Y un sí rotundo sólo puede traernos ventajas. Esto sí que es dar otro paso hacia nuestra incipiente carrera de concertistas.
Empieza una sucesión de carambolas como esas fichas de dominó que se tumban en cadena. Lo primero de todo, estamos aprendiendo una nueva obra, que no es poco. El autor puede ser conocido por nosotros o no (nos queda mucho, no lo olvidemos). El periodo musical puede que lo dominemos o que nos quede algo lejos. Vamos a aprender de primera mano cómo estudian otros instrumentistas (siempre menos que nosotros y les cunde mucho más). Les vamos a oír términos nuevos para nosotros. Vamos a entender los fraseos y algunos ataques mejor que en cualquier clase. Vamos a tener un amigo para toda la vida. Comenzamos a ampliar nuestro repertorio camerístico. Vamos a perder tensión al compartir la responsabilidad, entendiendo por fin que sí se puede. Vamos a recibir una llamada proponiéndonos un recital en tal o cual sala que el susodicho ha conseguido y el público será más amplio que nuestra familia. Vamos a ponernos en boca de otros muchos que vendrán en tropel a solicitar nuestras manos (incluso para matrimonio). Y sin darnos cuenta, por una indecisión de una décima de segundo en la que dijimos por qué no, empujamos esa ficha primera que fue abriendo posibilidades de futuro.
¿Qué pensáis, que los grandes no acompañan o hacen cámara? Todos, prácticamente todos, y eso también es música y también son conciertos. Ahí están Rubinstein, Barenboim, Richter, Pires, Argerich, Brendel, Schiff, Ashkenazy... 

A veces es más fácil empezar compartiendo que solos. El caso es empezar, poco a poco y paso a paso. Y, quién sabe, igual hasta nos gusta.

2 comentarios:

  1. Me agrada esta publicación, es justo por algo por lo que estoy pasando actualmente, esto me ha respondido varias preguntas que tenía, creo que es un tema del que puede seguir escribiendo más adelante :) Pero ¿no cree que si uno acompaña teniendo su propio repertorio dificilísimo puedan los acompañamientos distraernos y hacer que no avancemos igual? ¿habbrá un momento en el que no es conveniente arriesgarse a acompañar?
    att: Gerogina R.C

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  2. Hola de nuevo Gina:
    Siempre vamos a estar así y de eso iba esta entrada, de compatibilizar nuestra actividad de solistas con la de acompañantes o la de cámara. Creo que el truco está en organizar bien el tiempo y concentrarnos para que cunda el estudio. Es un problema mental y te aseguro que todos tenemos mucho más potencial del que pensamos, tanto que habrá momentos en los que llevaremos a la vez varios programas. Y, por supuesto, con los otros instrumentistas, organizar bien la agenda para que no abusen, concretando las horas de ensayo.
    Y no olvides anotar tiempo para el cine, los amigos, ir de compras...
    Mi más cordial saludo.

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