domingo, 17 de febrero de 2013

Gratis

Nunca me ha gustado hablar de dinero ya que no ha sido un motor en mi vida. Quería tocar el piano y punto. No obstante, me gustaría hacer una breve reflexión al respecto.
Durante más de treinta años, España ha vivido un vertiginoso desarrollo cultural, lo cual es digno de admiración. Hay que tener memoria y recordar de dónde veníamos y cómo estamos ahora. Un tejido que sustente todas las manifestaciones artísticas no se crea de la noche a la mañana y, en la mayoría de los casos, se ha logrado gracias al empecinamiento puntual de determinadas personas (por ejemplo, y para que se me entienda bien, la antigua Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Carmen Calvo, se empeñó en construir modernos auditorios en los pueblos más insospechados, que luego no han sido capaces de rellenar con una programación estable). Desde mi punto de vista, bienvenidos sean. No es que hubiera mucho por hacer, es que estaba 'todo' por hacer.
No pienso perder un minuto en dilucidar si lo que se programa es de calidad o no, ya lo dije en mi anterior entrada: mejor que sobre que no que falte, que el tiempo pone a cada cual en su sitio. Pero por ahí tienen siempre una diana fácil todos los que creen que el dinero destinado a la Cultura es dinero desperdiciado. Personalizan en varias figuras mediáticas y a generalizar, que también es gratis.
Al grano, que me extiendo por otra ruta. Mis nunca bien ponderados ministros Wert y Montoro (Cultura y Hacienda) pasarán a la historia por cargarse de un plumazo la epidermis, la dermis y la hipodermis de un bien tan preciado como el cultural. Ni la unidad de quemados del Virgen del Rocío tiene tratamiento para esta salvajada.
Y, como a perro flaco todo se le vuelven pulgas, es el tiempo de los listos. Cuando estamos acabando la carrera y queremos empezar a dar conciertos, es normal que nos ofrezcan una plataforma pero sin ver un euro, y es normal que lo aceptemos porque queremos rodarnos y darnos a conocer (una especie de intercambio). Hasta aquí, de acuerdo, todos lo hemos hecho. Pero claro, llega un día en que queremos ser profesionales y queremos vivir de nuestro trabajo (¿os habéis enterado ya que tocar el piano es equiparable a trabajar?; lo digo porque a veces hasta los propios músicos no lo ven así). Ese gesto tan cotidiano como es entrar en una panadería, pedir una barra de pan y pagar su precio no ha llegado aún a nuestro terreno. Se hace pero no siempre y no está asumido plenamente.
Nos hemos acostumbrado a la 'entrada libre' porque siempre había una subvención que cubría los gastos, incluido el caché del artista. Y no estaba mal como manera de difusión y animar a la gente a acercarse a nuestra música. ¿Qué pasa ahora? Pues que nadie quiere pagar por oír un concierto. Y da igual que se pidan tres o cinco euros, o uno, en la taquilla. Ya no hay subvenciones, y lo veo estupendo, pero no de golpe. Las asociaciones pierden socios también de golpe pues hay que ajustarse el cinturón. ¿Qué inventan entonces los programadores? Muy fácil: legiones de jóvenes deseosos de darse a conocer son llamados a subirse a los escenarios para rellenar una programación que, adecuadamente vendida por estos políticos sin escrúpulos, parece sacada de Viena, Londres o París. Y aquí no está pasando nada. Mal momento para empezar a pedir una entrada cuando está faltando para cubrir necesidades básicas (siempre me olvido de que la cultura no es necesaria...).
Acabo de visualizar los años 80 cuando músicos del Este venían de gira en condiciones infrahumanas de la mano de empresarios ladrones. Un autobús se convertía en hogar temporal de una orquesta que recorría miles de kilómetros sin pisar un hotel, para ahorrar gastos, a cambio de comida y una mínima cantidad de dinero que en su país daba para un poco más. O también recuerdo cómo los flamencos actuaban una noche entera por unas botellas de vino, un plato de jamón y la propina del señorito.
No quiero ponerme pesimista porque estos treinta años han dado para que no sea tan fácil engañar al personal. Pero hemos de mantenernos en guardia porque los pescadores del río revuelto ya están haciendo de las suyas. Hay mucha gente honesta a la que le gusta la música y trabaja sin descanso para que no se pierda el hábito y tenemos que colaborar todos. Y mucha gente que entiende que ser músico es una profesión que hay que remunerar. Así que, no juguemos sucio unos contra otros, que aquí nos va mucho, nos va el futuro.
  

2 comentarios:

  1. Alberto si el voluntariado es una plaga ahora en otros campos, imagínate en el vuestro, y en la cultura en general. Esto va a ser una escabechina. Y lo peor es que mucha gente cree esto es algo inocuo, pero con 6 millones de parados va a ser una tragedia.

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  2. A los músicos siempre nos han visto como bichos raros, como gente sin profesión, y por eso es tan fácil pedir una colaboración gratuita. Pero el mundo pequeño en el que nos movemos, afortunadamente valora y mucho el talento y el esfuerzo que supone dedicarse al concertismo. Es cuestión de colaborar entre todos para que no decaiga, o sea, nada nuevo. Llevamos tanto atraso que las bases del juego aún se están estableciendo, por eso no se puede bajar la guardia. De todas formas, cada vez más personas sienten que la cultura es imprescindible, tanto como el comer.
    Un beso.

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